Mito: Beber alcohol
sólo los fines de semana no produce daños en el organismo.
Realidad: El daño que
provoca el alcohol depende del llamado “patrón de consumo”, es decir, de la
cantidad (a mayor cantidad, mayor daño) y de la intensidad (la misma cantidad
concentrada en menos tiempo es más dañina). También existe el riesgo de
convertirse en un hábito, hasta el punto de no divertirse sin beber.
Mito: El consumo de
alcohol ayuda a superar el cansancio y estar más animado y en forma.
Realidad: El consumo
abusivo de alcohol hace perder el control sobre las emociones y sentimientos.
Tras una breve sensación de bienestar, si se está triste o deprimido esta
situación se agudiza. Asimismo, se produce una mayor fatiga física y más sueño;
también se pierde fuerza y coordinación.
Mito: El consumo de
alcohol hace entrar en calor y combate el frío.
Realidad: El alcohol
produce una sensación momentánea de calor al dilatar los vasos sanguíneos y
dirigir la sangre hacia la superficie de la piel, pero en poco tiempo la
temperatura interior del cuerpo disminuye y se siente más frío. Por eso, en
situaciones de embriaguez hay que abrigar y proporcionar calor a la persona y
nunca intentar espabilarla con duchas frías.
Mito: El alcohol es un
alimento.
Realidad: El alcohol
engorda pero no alimenta. Al contrario, aumenta la producción de grasa en el
organismo.
Mito: El alcohol es
bueno para el corazón.
Realidad: Diversos estudios
han puesto de manifiesto que en adultos, el consumo moderado de alcohol
disminuye el riesgo de padecer enfermedades de corazón, pero estos efectos
beneficiosos no aparecen en todas las personas ni en todos los casos.
Mito: El alcohol
facilita las relaciones sexuales.
Realidad: Al contrario, el
consumo abusivo muchas veces dificulta o incluso impide unas relaciones
sexuales plenas, provocando impotencia y otras disfunciones asociadas.
Mito: El que más
aguanta el alcohol es porque es más fuerte.
Realidad: No existe
relación alguna entre fortaleza o virilidad y “aguantar” un mayor consumo de
alcohol. Si se aguanta mucho puede ser que el organismo se haya acostumbrado.
Ha desarrollado tolerancia al alcohol y eso no significa que haga menos daño,
sino que hay más riesgo de convertirse en dependiente y, por tanto, en alcohólico.
Tu cuerpo no necesita alcohol, pero si en alguna ocasión vas a tomar una copa, sigue estos consejos:
1.
Come lo suficiente para evitar los efectos tóxicos sobre el estómago vacío.
Bebe poquito a poco porque reduce el daño y se saborea mejor.
2.
No tomes demasiadas copas, de esta forma evitarás la borrachera, que aumenta el
daño físico y psíquico y produce peleas y accidentes.
3.
No utilices el alcohol para afrontar mejor “situaciones difíciles”, ya que
éstas pueden empeorar al disminuir las capacidades.
4.
Si padeces alguna enfermedad, o estás embarazada no bebas.
5.
Si bebes no conduzcas, que alguien te lleve.
6.
El alcohol entorpece las relaciones sexuales.
7.
NO MEZCLES sustancias. Si lo haces es recomendable consumir dosis más pequeñas
y más espaciadas. El “veneno” está en la dosis y en la frecuencia de consumo.
8.
Está prohibido el consumo y la venta a menores de 18 años, y para los mayores
de edad, beber alcohol en la calle, excepto en los lugares habilitados para
ello.